La gula by Asako Yuzuki

La gula by Asako Yuzuki

autor:Asako Yuzuki [Yuzuki, Asako]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Nada más meter los pies helados debajo del horigotatsu[23] Reiko se sube las mangas del jersey y le muestra los antebrazos.

—Mira esto.

En su piel blanca hay numerosos puntitos rojos hinchados. Rika arruga la frente. Están en uno de los restaurantes que le ha recomendado Manako Kajii, a quince minutos en taxi de la estación de Niigata. Desde donde está sentada ve la barra y justo detrás unas brasas donde asan pescado al espeto. Es una escena que parece sacada del Japón de antaño. El cocinero alimenta el fuego con leña.

—Me pica mucho. ¿Tú estás bien?

—Sí. ¿Qué es eso, una alergia?

—Ácaros. Debía de haber miles en los peluches y en las alfombras de esa casa. No puedo soportar esos espacios insalubres tan desordenados. Me pica todo el cuerpo. —Reiko se rasca los antebrazos como si quisiera hacerse sangre.

Se comporta de un modo extraño, y a Rika se le hiela el corazón.

—¿Tú crees? ¿Ácaros con este frío? ¿No será que te ha picado algo en el establo?

—Lo dudo. Estaba muy limpio y bien ventilado. El aire circulaba sin problemas.

—¿Qué te ha parecido esa casa?

Desde que subieron al taxi en la puerta de la casa han evitado hablar del tema. Reiko levanta la mirada.

—¡De locos!

Su forma de expresarse le choca a Rika. Nunca le había escuchado esa rotundidad.

—En serio, me da a mí que en esa familia están todos locos de atar, pero he aprendido algo. Es el ambiente ideal para criar a un homicida. ¿Cómo se puede hablar así de la educación? Yo creo que esa mujer está para que la encierren, sinceramente. Y lo mismo te digo de la hermana pequeña. Elimina todo lo que le resulta inconveniente y deja solo lo que quiere ver. De tal palo tal astilla. Estoy segura de que Manako Kajii ha matado a esos hombres. Me pregunto si no mató a su padre también. Ni siquiera me creo que volviera a esa casa para el funeral de su padre.

—¿Y por qué iba a matarlo? —A Rika le abruma esa furia desatada.

—A lo mejor su padre le cantó las cuarenta cuando se enteró de que se acostaba con viejos y ella le dio un golpe en la cabeza en plena nevada. O tal vez por dinero. Alguna de sus víctimas le pidió que le devolviese todo el dinero que le había dado, acudió a su padre, él se negó y eso lo desencadenó todo. Sí, estoy segura de que ocurrió algo así.

—Pero has repetido el arroz… —Rika misma oye su propia voz como la de una niña enrabietada.

—Para ganarme su confianza. Tú eres periodista, ¿no? ¿Cómo es posible que no sepas fingir un poquito, adular a la gente? El arroz no estaba mal del todo, pero luego he visto la cocina. Estaba asquerosa, todo pegajoso, el fregadero lleno hasta los topes. ¿Cómo pueden tenerlo todo así cuando saben que va a ir una periodista que está detrás del caso de su hija? Y encima nos ponen esa crema de verduras de sobre en un sitio famoso por sus lácteos.



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